En sumido ensueño, escribía:
–Entra por mi
vieja ventana, ahora, esta brisa nueva
y la radio
desperdiga en el aire sonidos que se hunden...
se hunden hasta
tocar el lago último del sueño
allí donde apenas
nos movemos, día a día, raramente...
Entonces tu
recuerdo se mueve también allí, conmigo,
como si por vez
primera hiciéramos lo que nunca...
remar, remar a
dúo en un bote de balsa
que habríamos
pintado de un color semejante al diálogo
hamacado por esta similar brisa...
Cómo seguir
viviendo, cómo no haber matado, que ya es tarde,
a tus asesinos...
Cómo continuar
viviendo, luchando, haciendo estos haceres
y tejiendo estos
días y sus noches y trabajos y tareas productivas,
improductivas,
si no hemos
matado — y ya es muy tarde — a tus asesinos...
Cómo — y nada
dirás,
vos que no podés
escuchar ni reír ni gritar
porque llenaron
tus órganos de mero silencio y sumo olvido —
cómo seguir
amando esta propia respiración que no cesa,
que no queremos
que cese
sino cuando un
infinito incoloro nos desadorne lo visible
como ya vivido
y nos invisible
lo visto como invivible...
Cómo, que alguien
me lo diga, cómo seguir viviendo
sin ahogarse de
vergüenza al tragar el aire respirado
y vuelto a
aspirar y exhalado y reaspirado
por todos tus no
matados asesinos, aún,
que ya es muy
tarde...»
—"Venganza," —
dijo entonces una voz brotada
del lago último
con apenas unas ondas de muy
leve decolor —
"Venganza,
Venganza con v de
victoria, de revolución, de vida» —
Y así siguió
diciendo así aquella voz de
hondas ondas
y con apenas el color de un
leve sonido musical...
Y así siguió,
y sigue así, y así...
y sí, y seguirá...
(1994)