Porque el ideal no existe pero sí lo ideal de una acción deseada y concreta, comienza ahora la «edición meridiana» de Margen meridiano.
Resuena aquí, en este cuarto distante de lo-real-a-plomo, en boca de estas ánimas que forman masa de deseo, la vivificante advertencia de Fijman: ‘‘El creador que no vigila su mundo termina por no hablar’’, que es como afirmar: cuidar el decir es decir-lo.
El inicio del siglo veintiuno nos ha metido de cabeza en la comunicación por redes, masiva y multiforme. Las posibilidades de difusión han dado un salto gigantesco que puede ser de gran utilidad para las obras (sobre todo si son poéticas). Las ediciones virtuales, por demanda o ‘‘a la carta’’, los libros y facsímiles digitales, y mucho más, han irrumpido sin pedirles permiso a los proyectos que se tejían en los cuadernos de los hacedores.
Pero atención: el animal shakespeariano no sabe ni acepta ir a la rastra, y sabe muy bien que la red comunicacional debe ser puesta a su servicio y no a la inversa: el ‘soneto 66’ de cada quien (es decir: todos los poemas del mundo) se sostiene perfecto donde sea que fluya, aunque perennemente perfectible, como la araña dorada de la engañosa red de «todos». Y es tarea principal de los poetas avanzar y avanzar y avanzar, regalando su hilada a cada ser y también a tales todos.
(Alberto a., 2009)
•
[ El shakespeariano 'soneto 66' ]
LXVI
Harto de todo esto, muerte pido y paz:
de ver cómo es el mérito mendigo nato
y ver alzada en palmas la vil nulidad
y la más pura fe sufrir perjurio ingrato
y la dorada honra con deshonra dada
y el virginal pudor brutalmente arrollado
y cabal derechura a tuerto estropeada
y por cojera el brío juvenil quebrado
y el arte amordazado por la autoridad
y el genio obedeciendo a un docto mequetrefe
y llamada simpleza la simple verdad
y un buen cautivo sometido a un triste jefe;
harto de todo esto, de esto huiría; sólo
que al morir, a mi amor aquí lo dejo solo.
William Shakespeare
(versión: Agustín García Calvo)
LXVI
’Tired with all these, for restful death I cry, / as to behold desert a beggar born / and needy nothing trimmed in jollity / and purest faith unhappily forsworn // and gilded honour shamefully misplaced / and maiden virtue rudely strumpeted / and right perfection wrongfully disgraced / and strength by limping sway disabled // and art made tongue-tied by authority / and folly doctorlike controlling skill / and simple truth miscalled simplicity / and captive good attending captain ill; // tired with all these, from these would I be gone, / save that to die I leave my love alone.
•
[ Fraseo de cabecera ]
«El sol, grande como el pie de un hombre...» (Palabras atribuidas a Heráclito, el Oscuro)
« Hay una clase de pintores perezosos que quisieran vivir bajo el oro y el azul; alegan neciamente que no trabajan bien porque están mal pagados. ¡Necia ralea! No saben hacer alguna obra, diciendo: ésta es de buen precio, esta otra es mediocre, y esta otra producto de la casualidad; y muestran así que tienen obras de todos los precios. » (Leonardo da Vinci)
« La imparcialidad es artificial. El hombre siempre es parcial y tiene mucha razón. Incluso la imparcialidad es parcial. Pertenece al partido de los imparciales. » (Georg Ch. Lichtenberg)
« El escritor debe, naturalmente, ganar dinero para poder vivir y escribir, pero en ningún caso debe vivir y escribir para ganar dinero. (...) El escritor no considera de manera alguna sus trabajos como medios. Son fines en sí. Hasta tal punto no son un ‘medio’ para él mismo y para los demás, que sacrifica si es preciso su propia existencia a la existencia de ellos. La primera condición de la libertad de prensa [es decir: de expresión, de creación] consiste en no ser ésta un oficio. » (Karl Marx)
« ¡Pronto! ¿hay otras vidas? » (Arthur Rimbaud)
« Todo depende... » (Friedrich Engels)
«... los únicos medios efectivos en manos de la revolución proletaria son: medidas radicales de carácter político y social, la pronta transformación de las garantías sociales de la vida de las masas; suscitar el idealismo revolucionario que únicamente puede mantenerse durante un largo lapso en una libertad política ilimitada mediante la vida intensamente activa de las masas. Así como la acción libre de los rayos del sol constituye el remedio más eficaz, purificador y sano contra las infecciones y gérmenes patógenos, así también la misma revolución y su principio renovador, la vida espiritual por ella generada, la actividad y autorresponsabilidad, es decir, la más amplia libertad política, constituye el único sol, sano y purificador.» (Rosa Luxemburg)
« Porque somos como troncos en la nieve. Aparentemente sólo están apoyados en la superficie, y con un pequeño empellón sería posible desplazarlos. No, eso sería imposible, porque están unidos firmemente a la tierra. Pero, mira, también eso es tan solo aparente.» (Franz Kafka)
« Las aspiraciones del [ser humano] a la libertad deben mantenerse en la posibilidad de recrearse sin cesar; por eso se la debe concebir no como estado sino como fuerza viva que acarrea una progresión continua. Además es la única manera en que puede seguir oponiéndose a la constricción y a la servidumbre, que, por su parte, se recrean constantemente de la manera más ingeniosa. (...) La idea de libertad (...) es una idea plenamente dueña de sí misma, que refleja una visión incondicional de lo que califica al [ser] y que es lo único que da un sentido apreciable al devenir humano. (...) La libertad, no sólo como ideal sino como recreador constante de energía, tal como ha existido en ciertos [seres] y como puede darse por modelo a todos los [seres], debe excluir toda idea de equilibrio confortable y concebirse como eretismo continuo. (...) ... Es la rebeldía misma, la rebeldía sola la que es creadora de luz. Y esa luz no puede conocerse sino por tres vías: la poesía, la libertad y el amor que deben inspirar el mismo celo y converger, hasta hacer de él la copa misma de la juventud eterna, en el punto menos descubierto y más iluminable del corazón humano.» (André Breton)
« Solo hay una postura para el artista dondequiera que sea; y es la integridad.» (Dylan Thomas)
« Aunque una jaula sea casi del tamaño del espacio, siempre será una jaula. » (Baldomero Fernández Moreno)
« El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad. » (Jacobo Fijman)
« La libertad es concreta. » (Signos del Topo)
•
Prología
Prólogo primero
Seres pasan, obras quedan: partiendo de esta sentencia, doy lo que doy para que el indeterminable público poético decida sobre el valor de uso de este Margen meridiano, ya como conjunto, ya como partes.
Los libros que organizo con el título general de Margen meridiano reunirán, al azar de los días y posibilidades, aquellos textos y obras que considero abandonables a los aires de los tiempos.
Margen meridiano se hace también para posibilitarme un cierto orden en el cúmulo de papeles, carpetas y cuadernos. Por eso, aun hasta último momento no se sabe aquí quién se va, quién se queda, ni si será para siempre... (y esto aunque todo parezca definitivo).
Es cierto: no hay obras ‘‘acabadas’’ ni, en rigor, versiones ‘‘últimas’’. Mientras existan los Otros estaremos a salvo de la Ilusión- de-Perfección, aunque se puede reconocer en esta última a la más atrayente de las Imperfecciones.
De la transcripción y la cronología
1. Es muy importante que los poemas conserven, cuando son publicados en otra parte, el particular interlineado y los espaciados que he elegido en la composición de cada poema y en cada uno de sus textos anexos, así como el modo particular de utilizar algunos signos (rayas, barras y corchetes, entre otros símbolos y dibujos posibles).
2. Las fechas entre paréntesis y al pie del texto registran: bien el año en que cada composición fue escrita o publicada, bien el año en que fue ‘‘abandonada’’. Las fechas son parte inseparable de los textos.
1. La actividad poética
Si habrá lectores para esta obra Margen meridiano y si ellos harán de ésta uno de los rincones elegidos en el torbellino de anaqueles relativos y cambiantes que son las pasiones y los días de sus vidas, no se puede vaticinar ni dejar sellado desde aquí.
No menos que cualquier otro ser vivo, toda obra debe pasar la compleja experiencia de la experiencia que es el vivir. Como ser vivo que es, la obra vive en quien la vive.
Margen meridiano no es material de un día, sino zona, tiempo y movimiento poéticos evolucionando a lo largo de unas décadas; es decir, creación crítica, interrogativa actividad poética.
La doy a los lectores, abandonándola en sus manos así como se lanza a la corriente del río un objeto amado.
2. Un día cualquiera
Uno de los estados menos deseados que suele invadir al poeta, incluso hasta convertirlo en una entera bolsa de malestar, es eso de no saber (a ciencia cierta) qué es lo que ahí (por amor al arte) en su obra es, a quién y para qué sirve lo que hace, etcétera. (Aunque generalmente ‘‘cree saberlo’’ sin certeza alguna.)
En el momento de elegir cuáles de sus poemas o textos publicará, el artista (escritor, poeta) que tenga una obra merecedora de alguna consideración y, para colmo, de estilo, cantidad y calidad varios, debe enfrentarse a ese dilema que puede llevarlo, si no se cuida bien, a la más pura desesperación, es decir, a no esperar ya nada de nadie ni de nada.
Por ejemplo:
Afrontamos nuestro quehacer, un día cualquiera, convencidos de que nuestras obritas Tal..., Tal-otra... y Ésta... y Aquella... son las que debemos intentar editar, tratándose, como se trata, de dar siempre lo mejor (deseo que llega a agobiarnos cuando recordamos aquel párrafo que afirma: ‘‘Se diría que esos señores creen que lo que producen es suficientemente bueno para los obreros. ¡Si supieran que Marx consideraba que sus mejores cosas aun no eran suficientemente buenas para los obreros y que veía como un crimen ofrecer a los obreros algo inferior a lo mejor que existiese!...’’ (Friedrich Engels: carta a Conrad Schmidt del 5 de agosto de 1890).
Pero he aquí que al rato nos telefonea Fulano y elogia sólo nuestra obrita Aquella-de-más-allá..., ésa a la que desde hace unos años le atribuíamos toda una gran importancia secundaria.
Y claro que esto sucede en el marco de una miseria social general capaz de llevarnos a considerar como traición a la humanidad el dedicarse, sin enloquecer, a planificar una edición que a pocos muchos llegará, que muchos pocos leerán, que... ¿quién sabe! —aquello que Bertolt Brecht expresó a modo de inoperante lamento: ‘‘¡Qué tiempos son éstos en que una conversación sobre árboles es casi un crimen, porque encierra un silencio acerca de tantas fechorías!’’.
También puede suceder encontrarnos poco después con Mengano, quien nos comenta que Zutano elogió nuestro texto Equis..., ese que a nosotros (coincidiendo en esto con Mengano) nos parece bastante inferior a, por ejemplo, los textos Doblevé... y Zeta...; textos, por otro lado, que algunos lectores ni tomaron en consideración, juzgándolos... ¿quién sabe!
Quizá entonces (cuando volvemos a quedarnos solos después de un día de trajines que sirven para distraernos de nuestro principal motivo) pensemos que todo no es más que una comedia de deseos y pasiones enredados, donde los textos son apenas disparadores o usinas cinético-desiderativas.
Sin embargo, pasará ese pésimo momento —porque todo pasa— y unas horas más tarde volvemos a nuestra convicción de que uno de nuestros ‘‘mejores’’ textos es el poema Hache..., que incluso es superior a nuestro ‘‘buen’’ relato Efe... Nos convencemos así de que lo mejor es publicar ambos, antes de arrepentirnos. Claro está que en todo esto de editar hay que ver bien ‘‘los cálculos para...’’, ‘‘el sentido de...’’, ‘‘no sea cosa que...’’. (De todos modos, siempre llegamos a sentir, en algún instante, que el esfuerzo no tiene sentido.)
Pero, dispuestos ya a abocarnos al magnífico quehacer por excelencia, nos parece necesario buscar una buena música en el dial... Y he ahí que irrumpe una chírria conversación donde el personaje Perengano aparece diciendo bla, bla, bla y bla... Se nos sube a la cabeza la sangre de muchos años y nos decimos: —¡No dilatemos más las cosas!... Es urgente publicar algo contra canallas como éste... — Y en el trance nos vemos llevados a recordar que hace unos años dimos a conocer —¡y qué increíble cantidad de pocos lo leyeron!— un texto sobre las cuestiones y acontecimientos a los que Perengano acaba de referirse. Texto que no estaría mal acompañado por aquel otro y este último y el de antes y, por qué no, por el que podría comenzar ahora mismo, ya que en esto nos metemos...
... Y porque se acerca la madrugada quizá lleguemos —a falta de ovejas que contar— a adormecernos con los preparativos imaginarios de la próxima publicación de esa nuestra supuesta ‘‘aguda crític...’’, ... a la que no le vendría mal... el subt... ítul... la luz... indios mezcl... se lo prometen... dejam... [sigue hondo sopor y desconexión de la vigilia]...
Despertar. Un nuevo día. ¿Dónde estamos? Sí, hénos aquí, otros entre yo. Sí, sí...: yotros.
Asearse, beber algo, alimentarse un poco...
Y luego, inevitables, moledoras, sobrevienen las tareas tareas tareas tareas tareas..., todas aburrientes tareas.
Pero (yo) no debo olvidarme (tú) de continuar (él) con el proyecto de publicar (nos)... ¿qué era? Ah sí, el relato sobre... No, no. No habíamos —yo y mí y los de más y los de menos— quedado en eso. Ah, es cierto, los poemas de... Pero, ¿y la reeditable ‘‘crítica’’?...
—¡Desesperante madeja!
... Desesperante madeja, si no nos cuidamos bien de ella, en la que transcurren buena parte de los ocios productivos de un poeta cualquiera un día cualquiera, en este incualquiera mundo en el que estamos metidos por todos nuestros vértices y vórtices.
Pero no deberíamos, después de todo, desesperar. No nos es dado, al ser colectivo que creemos ser, por sólo ser humano y clonación mediante, el don de la inmortalidad. ... Aunque siempre nos parezca que nuestras obras andan espetándonos al rostro su insidiosa frase: pasarás, y nosotras quedaremos.
3. Porque-sí
La presencia de los tiempos como devenires creativos humanos —en movimientos y espacios que no son paisajes fáciles sino aventuras necesarias— es sustancial en esta deriva poética, en esta actividad más allá de la acción.
Hay haceres que cuestionan la cuestión misma de lo necesario terminado; haceres de universo ni fijo ni acabado ni sin salida; universo donde andar porque-sí : ‘‘para vivir, para vivir, / y para poder morir’’.
4. El fantasma bienhechor
Muchas veces aparece el fantasma bienhechor (con aires de impiadoso estoico absoluto) justo en el momento en que se debe decidir sobre el destino final de tal o cual poema o texto. Trae consigo una jauría de dudas, cuestionamientos y antílogos que nos pisan los talones mientras huimos hacia adelante.
Hasta ahora, a su fatal elocuencia muda y a su virulencia de verdugo metapsicofísico he podido oponerles con relativo éxito estas certezas: ‘‘Escribo porque nos gusta...’’, y —dicho milenario— ‘‘Todo depende...’’.
5. En el bosque de Simismotros
Quiero que a estos libros, si los quieren, los tengan cerca, los manoseen a la buena usanza de lectores insistentes, los viertan en el caldo de sus maravillosos días únicos, en la gran mezcla de las pasiones desatadas-desatadoras...
Mi obra y este yo que se cree haberla escrito, esperaremos en silencio el momento en que se posen esos ojos-otros en las letras, para percibir allí, tal vez, las chispas que deseábamos. Esto lo decimos porque estoy seguro de nuestra capacidad de trasmutárnosme en papel y tinta y hálito de diálogo poético o crítico, hasta no ser ni ‘‘yo’’ ni ‘‘nosotros’’, sino...
Y ahí estará quien hizo la obra, dejando yo de estar allí, cuando otros, ellos, ustedes, lleguen a adentrarse en el Bosque de Simismotros a donde la lectura conduce.
Entonces, por fin, nadie ni nada seré.
Prólogo general
[ ... que se va haciendo mientras componemos
Margen meridiano, y donde se advierte algo
de la sombra sujetiva que del otro lado del espejo
nos empaña el cristal ]
1. La actividad poética
Si habrá lectores para esta obra Margen meridiano y si ellos harán de ésta uno de los rincones elegidos en el torbellino de anaqueles relativos y cambiantes que son las pasiones y los días de sus vidas, no se puede vaticinar ni dejar sellado desde aquí.
No menos que cualquier otro ser vivo, toda obra debe pasar la compleja experiencia de la experiencia que es el vivir. Como ser vivo que es, la obra vive en quien la vive.
Margen meridiano no es material de un día, sino zona, tiempo y movimiento poéticos evolucionando a lo largo de unas décadas; es decir, creación crítica, interrogativa actividad poética.
La doy a los lectores, abandonándola en sus manos así como se lanza a la corriente del río un objeto amado.
(1994)
2. Un día cualquiera
Uno de los estados menos deseados que suele invadir al poeta, incluso hasta convertirlo en una entera bolsa de malestar, es eso de no saber (a ciencia cierta) qué es lo que ahí (por amor al arte) en su obra es, a quién y para qué sirve lo que hace, etcétera. (Aunque generalmente ‘‘cree saberlo’’ sin certeza alguna.)
En el momento de elegir cuáles de sus poemas o textos publicará, el artista (escritor, poeta) que tenga una obra merecedora de alguna consideración y, para colmo, de estilo, cantidad y calidad varios, debe enfrentarse a ese dilema que puede llevarlo, si no se cuida bien, a la más pura desesperación, es decir, a no esperar ya nada de nadie ni de nada.
Por ejemplo:
Afrontamos nuestro quehacer, un día cualquiera, convencidos de que nuestras obritas Tal..., Tal-otra... y Ésta... y Aquella... son las que debemos intentar editar, tratándose, como se trata, de dar siempre lo mejor (deseo que llega a agobiarnos cuando recordamos aquel párrafo que afirma: ‘‘Se diría que esos señores creen que lo que producen es suficientemente bueno para los obreros. ¡Si supieran que Marx consideraba que sus mejores cosas aun no eran suficientemente buenas para los obreros y que veía como un crimen ofrecer a los obreros algo inferior a lo mejor que existiese!...’’ (Friedrich Engels: carta a Conrad Schmidt del 5 de agosto de 1890).
Pero he aquí que al rato nos telefonea Fulano y elogia sólo nuestra obrita Aquella-de-más-allá..., ésa a la que desde hace unos años le atribuíamos toda una gran importancia secundaria.
Y claro que esto sucede en el marco de una miseria social general capaz de llevarnos a considerar como traición a la humanidad el dedicarse, sin enloquecer, a planificar una edición que a pocos muchos llegará, que muchos pocos leerán, que... ¿quién sabe! —aquello que Bertolt Brecht expresó a modo de inoperante lamento: ‘‘¡Qué tiempos son éstos en que una conversación sobre árboles es casi un crimen, porque encierra un silencio acerca de tantas fechorías!’’.
También puede suceder encontrarnos poco después con Mengano, quien nos comenta que Zutano elogió nuestro texto Equis..., ese que a nosotros (coincidiendo en esto con Mengano) nos parece bastante inferior a, por ejemplo, los textos Doblevé... y Zeta...; textos, por otro lado, que algunos lectores ni tomaron en consideración, juzgándolos... ¿quién sabe!
Quizá entonces (cuando volvemos a quedarnos solos después de un día de trajines que sirven para distraernos de nuestro principal motivo) pensemos que todo no es más que una comedia de deseos y pasiones enredados, donde los textos son apenas disparadores o usinas cinético-desiderativas.
Sin embargo, pasará ese pésimo momento —porque todo pasa— y unas horas más tarde volvemos a nuestra convicción de que uno de nuestros ‘‘mejores’’ textos es el poema Hache..., que incluso es superior a nuestro ‘‘buen’’ relato Efe... Nos convencemos así de que lo mejor es publicar ambos, antes de arrepentirnos. Claro está que en todo esto de editar hay que ver bien ‘‘los cálculos para...’’, ‘‘el sentido de...’’, ‘‘no sea cosa que...’’. (De todos modos, siempre llegamos a sentir, en algún instante, que el esfuerzo no tiene sentido.)
Pero, dispuestos ya a abocarnos al magnífico quehacer por excelencia, nos parece necesario buscar una buena música en el dial... Y he ahí que irrumpe una chírria conversación donde el personaje Perengano aparece diciendo bla, bla, bla y bla... Se nos sube a la cabeza la sangre de muchos años y nos decimos: —¡No dilatemos más las cosas!... Es urgente publicar algo contra canallas como éste... — Y en el trance nos vemos llevados a recordar que hace unos años dimos a conocer —¡y qué increíble cantidad de pocos lo leyeron!— un texto sobre las cuestiones y acontecimientos a los que Perengano acaba de referirse. Texto que no estaría mal acompañado por aquel otro y este último y el de antes y, por qué no, por el que podría comenzar ahora mismo, ya que en esto nos metemos...
... Y porque se acerca la madrugada quizá lleguemos —a falta de ovejas que contar— a adormecernos con los preparativos imaginarios de la próxima publicación de esa nuestra supuesta ‘‘aguda crític...’’, ... a la que no le vendría mal... el subt... ítul... la luz... indios mezcl... se lo prometen... dejam... [sigue hondo sopor y desconexión de la vigilia]...
Despertar. Un nuevo día. ¿Dónde estamos? Sí, hénos aquí, otros entre yo. Sí, sí...: yotros.
Asearse, beber algo, alimentarse un poco...
Y luego, inevitables, moledoras, sobrevienen las tareas tareas tareas tareas tareas..., todas aburrientes tareas.
Pero (yo) no debo olvidarme (tú) de continuar (él) con el proyecto de publicar (nos)... ¿qué era? Ah sí, el relato sobre... No, no. No habíamos —yo y mí y los de más y los de menos— quedado en eso. Ah, es cierto, los poemas de... Pero, ¿y la reeditable ‘‘crítica’’?...
—¡Desesperante madeja!
... Desesperante madeja, si no nos cuidamos bien de ella, en la que transcurren buena parte de los ocios productivos de un poeta cualquiera un día cualquiera, en este incualquiera mundo en el que estamos metidos por todos nuestros vértices y vórtices.
Pero no deberíamos, después de todo, desesperar. No nos es dado, al ser colectivo que creemos ser, por sólo ser humano y clonación mediante, el don de la inmortalidad. ... Aunque siempre nos parezca que nuestras obras andan espetándonos al rostro su insidiosa frase: pasarás, y nosotras quedaremos.
(1996)
3. Porque-sí
La presencia de los tiempos como devenires creativos humanos —en movimientos y espacios que no son paisajes fáciles sino aventuras necesarias— es sustancial en esta deriva poética, en esta actividad más allá de la acción.
Hay haceres que cuestionan la cuestión misma de lo necesario terminado; haceres de universo ni fijo ni acabado ni sin salida; universo donde andar porque-sí : ‘‘para vivir, para vivir, / y para poder morir’’.
(1997)
4. El fantasma bienhechor
Muchas veces aparece el fantasma bienhechor (con aires de impiadoso estoico absoluto) justo en el momento en que se debe decidir sobre el destino final de tal o cual poema o texto. Trae consigo una jauría de dudas, cuestionamientos y antílogos que nos pisan los talones mientras huimos hacia adelante.
Hasta ahora, a su fatal elocuencia muda y a su virulencia de verdugo metapsicofísico he podido oponerles con relativo éxito estas certezas: ‘‘Escribo porque nos gusta...’’, y —dicho milenario— ‘‘Todo depende...’’.
(1997)
5. En el bosque de Simismotros
Quiero que a estos libros, si los quieren, los tengan cerca, los manoseen a la buena usanza de lectores insistentes, los viertan en el caldo de sus maravillosos días únicos, en la gran mezcla de las pasiones desatadas-desatadoras...
Mi obra y este yo que se cree haberla escrito, esperaremos en silencio el momento en que se posen esos ojos-otros en las letras, para percibir allí, tal vez, las chispas que deseábamos. Esto lo decimos porque estoy seguro de nuestra capacidad de trasmutárnosme en papel y tinta y hálito de diálogo poético o crítico, hasta no ser ni ‘‘yo’’ ni ‘‘nosotros’’, sino...
Y ahí estará quien hizo la obra, dejando yo de estar allí, cuando otros, ellos, ustedes, lleguen a adentrarse en el Bosque de Simismotros a donde la lectura conduce.
Entonces, por fin, nadie ni nada seré.
(1997)
•
[ Fragmento liminar de Margen meridiano ]
(...)
Ya casi un ciudadano más
volví mis ojos hacia ella.
Y aunque no la vi — o nada vi —
alcancé a oír su verdad
profunda y vacía y negra:
— “Abandonad toda fe,
creencia y superstición,
amos, dioses y demonios.
Y conservad la fuerza,
la esperanza
y la libertad.”
(del poema ‘La Esfinge’)
•
[Dedicatoria]
Margen meridiano
va dedicado a quienes HACEN que ‘libertad’ y ‘vida’
no queden atrapadas en la jerga hipócrita
de los apropiadores de seres y cosas,
sucesos y días, vidas y muertes.
•
[ Poema poiético traído a esta Prología ]
Hacer
(Poética)
« Donde ‘no hay’, hacerlo » —
dijo la mujer Cecilia.
Sin quererlo queriéndolo,
habló por su boca
(con suerte sin suerte)
la Portadora de Vida
peleada con la Muerte.
(2002)
(de Maginarias)
•
[ Poema epilogal traído a esta Prología ]
(1990)
(de Poemas de Lo)
•
Ávido
multiuniverso
innumerable —
hénos aquí
al margen,
pero en el meridiano.
••••••••
•
[ Poema poiético traído a esta Prología ]
Hacer
(Poética)
« Donde ‘no hay’, hacerlo » —
dijo la mujer Cecilia.
Sin quererlo queriéndolo,
habló por su boca
(con suerte sin suerte)
la Portadora de Vida
peleada con la Muerte.
(2002)
(de Maginarias)
•
[ Poema epilogal traído a esta Prología ]
Epílogo para un libro de aquellos
Lleven este libro a las colinas de las islas,
a las ciudades del campo en las orillas
de las nubes y del ojo de galaxias,
allí donde el ocio sea, por fin, la buenaventura —
Y ábranlo por la mitad en la parte última
del principio donde brotan los manjares
de las palabras:
hagan de él los besos, los olvidos, los recuerdos,
los trabajos de la toda nada que nunca tiene
tiempo de nada —
Y desháganse de él
haciéndolo noche, día,
hojas que el viento arrastra,
el mar agita,
las nubes desmenuzan,
la tierra disuelve.
(1990)
(de Poemas de Lo)
•
Ávido
multiuniverso
innumerable —
hénos aquí
al margen,
pero en el meridiano.
••••••••
Índice de la 'Prología'
Pre-prología
[El shakespeariano ‘soneto 66’ ]
[Fraseo de cabecera]
Prología
Prólogo primero
De la transcripción y la cronología
Prólogo general
[Fragmento liminar de Margen meridiano]
[Dedicatoria]
[Poema poiético traído a esta Prología]
[Poema epilogal traído a esta Prología]
Ávido multiuniverso...
["Ex Libris de Alberto a.", grabado de Cecilia Heredia]
["Ex-Libris de Alberto a. Arias". Luis Morado]
FIN DE LA "PROLOGÍA"
•