["Entregando mi vida por la Revolución". Manifestación
por el asesinato de George Floyd. Junio 2020, EE.UU.]
5. Del escamoteo a lo innombrable
Las cuestiones incluidas en la nota de Andrew Marshall, presentadas como alarma para los amos del mundo, constituyen una importante auto-advertencia:
“La complejidad de la economía global [capitalista] podría hacernos más vulnerables que nunca a las catástrofes”; “El Foro Económico Mundial [es decir: el conjunto “ideal” de los capitalistas concretos] imaginó las consecuencias de una pandemia y de una crisis de liquidez global en forma simultánea, un escenario que en ese entonces [2006-07] parecía meramente especulativo”.
Más el agregado de esta conclusión molto vivace:
“… Si nodos claves son golpeados por una enfermedad, el impacto podría magnificarse (…) convirtiendo la catástrofe en algo peor ”. (Destacados nuestros.)
Aunque el artículo termine alertando sobre “un incremento de las tendencias autoritarias y militaristas que podrían reformular la geopolítica” (y es evidente cómo el periodista sofrena su pluma para no llamar a las cosas por su nombre: guerra imperialista), no parece que el regreso a la conflagración barbárica sea a lo que aquel “algo peor” alude.
¿Qué podría ser para los capitalistas, incluida la guerra, “peor que la catástrofe” ? Al no ponerle nombre (“¡maldito sea quien invoque al demonio!”), se deja esta tarea para quien se anime a nombrarlo. Marx, Engels y los más lúcidos de sus continuadores se animaron y se animan: derrumbe del capitalismo, derrumbe de la “última ratio” social naturalizada, allí donde y cuando el “retroceso de la civilización”, asimilado a quiebra del capitalismo, se yergue en el horizonte como el monstruo colosal mismo, caída ya “la razón de ser” acumulación capitalista.
Tercera e importante constatación: al anticipar el signo mismo de la catástrofe, la pandemia comienza (como signo ella misma de la cosa concreta que es) a significar el derrumbe del capitalismo mucho antes de que tal derrumbe ocurra, e incluso un poco antes de que una conflagración mundial ocurra.
Y debido a que ‘crisis pandémica’ comienza a significar ‘derrumbe social general’, quien se interrogue sobre el futuro de la humanidad deberá inevitablemente “atravesar el Aquerón”: la transgresión revolucionaria, la acción emancipadora ante la normalidad catastrófica.
6. La voluntad de los capitalistas va a contramano de la historia
Pero es evidente que no es la pandemia de la Covid-19 la que “conduce” a la catástrofe, sino (como afirmamos en el segundo parágrafo) que la ‘catástrofe pandémica’ es consecuencia de una incapacidad, de una imposibilidad de enfrentar exitosamente lo que incluso se ha previsto, “imaginado” e “informado”. Porque, por más útil e imprescindible que sea el prever, no es lo mismo prever que poder.
La voluntad de los capitalistas va a contramano de la historia.
Dice Karl Marx: “Indudablemente, la voluntad del capitalista consiste en embolsar lo más que pueda. Y lo que hay que hacer no es discurrir acerca de lo que quiere, sino investigar su poder, los límites de este poder y el carácter de estos límites”. [6]
7. Un alto en la bitácora, para hablar de las palabras
Como dijimos, para “atravesar el Aquerón” vamos a tener que adentrarnos pronto en unas aguas donde inevitablemente recurriremos a palabras-definiciones que nos guían. Entonces, será mejor que antes nos curemos en salud haciendo esta pausa para decir algo de las palabras-faro, de las palabras que iluminan.
Decíamos en julio de 2011:
«Ninguna de estas palabras que señalan nuestros puntos cardinales [Igualdad, Libertad, Revolución, Socialismo] soporta ser regalada a sus enemigos, que son los nuestros: los confesos e inconfesos sostenedores del capitalismo». [7]
Pero también dijimos, poco después, en otro lado:
«Las palabras, aunque sirven para aclararnos, para fijar los conceptos y nombrar nuestros objetivos, a menudo son utilizadas para el engaño, para el enmascaramiento. Palabras como ‘revolución’, ‘socialismo’, ‘libertad’ e ‘igualdad’, que deberían ‘idealmente’ tener el poder de no ser utilizadas por sus negadores, por sus enemigos, casi que no tienen modo de salvarse de su uso degradado, corruptor. Pero a pesar de la importancia de las palabras, lo fundamental de la acción NO se define principalmente en ellas. Es por eso que afirmamos: podemos no confiar en las palabras ni en las frases bonitas ni en las fórmulas consagradas. Lo que vale, siempre y en todos los casos, son las verdades crudas que podemos extraer de (y comprobar en) los hechos, al mismo tiempo teniendo conciencia de que nuestra propia visión de las cosas y los acontecimientos, y sobre todo las explicaciones que encontramos y damos, se manifiestan en y por el lenguaje, en la comunicación y en el análisis teórico, y como tal caen en el campo de cierta problematicidad, en un terreno de apariencias, tergiversaciones y errores posibles». [8]
Y claro está que mucho antes habíamos dejado asentada, en un ejercicio de simultáneo abandono y conservación más allá de las palabras, una “verdad profunda, vacía y negra”:
«— Abandonad toda fe,
creencia y superstición,
amos, dioses y demonios.
Y conservad la fuerza,
la esperanza
y la libertad.» [9]
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[Continuará]
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Nota:
[6] Karl Marx: “Salario, precio y ganancia”, 1865.
[7] Signos del Topo: “Nuestros puntos cardinales”, julio 2011.
[8] De “Apuntes LibReS”, 2012.
[9] Del poema “La Esfinge”, en Poemas de Lo (1976-94).